
Sanando, una decisión a la vez
por Karina Barragán
Cada vez que tengo un paciente nuevo, al llegar con lo que tiene de preocupaciones de salud, me reconozco en ese momento; donde parecía que todo estaba en un torbellino, mi cuerpo había colapsado y mis emociones estaban a flor de piel, parecía que todo comenzaba desde cero.
En ese momento parecía algo duro, pero lo verdad hoy lo entiendo como un momento de oportunidad de expansión, donde el universo, Dios, me mostró el nuevo camino de mi vida. Esa oportunidad de expandirme, romper el cascarón que me limitaba, para encontrar este camino en el que mi bienestar era el centro para comenzar a formarme y desarrollar mi vocación para apoyar a otros a sanar.
Creía que mi cuerpo me intoxicaba, que mi ovario poliquístico definía mi vida, que era normal que mi periodo doliera, y que ser mamá sería casi imposible.
Sí, había tenido un embarazo terrible y había perdido a un bebé a causa de fallas en mi cuerpo (por no saber escucharlo y alimentarlo con lo que necesitaba), y eso me hizo sentir que no tenía ningún control sobre ello. ¡Uff! qué duro recordar que creía que todo eso era cierto. Y qué feliz haber descubierto que todo estaba en mis manos. Que mis elecciones me hacen sanar, y que lo que pienso, siento, hago y pongo en mi cuerpo tiene un impacto en la expresión de mi ADN.
No es que yo lo tenga todo arreglado o resuelto, soy un trabajo en proceso. La vida es una espiral constante que nos lleva por nuevos retos. Lo que sí tengo claro es que cada día hay una nueva oportunidad para conectar con nuestro bienestar, y eso se logra una decisión a la vez.
Y en esa decisión diaria sigo, un proyecto en proceso. Cada día veo nuevos retos en mi camino, y cosas que parecía haber sanado, que mi cuerpo vuelve y me recuerda a mirarme.
Estos días me di cuenta de algo. Tal pareciera que la mente hizo un cambio, pero el cuerpo guardó memoria de aquellos eventos de niña que me hicieron sentir que no era importante. Y no es que no lo fuera, sino que mi interpretación de pequeña así lo marcó. Hoy, aunque sea una adulta consciente de que mis padres me dieron todo cuanto pudieron, mi cuerpo tiene huellas de lo que me repetía a mí misma cuando deseaba ser vista y celebrada, pero me sentía invisible.
Hoy me doy cuenta que la mirada que necesito no está afuera, lo que siempre he necesitado ha sido verme a mí misma, celebrarme, reconocerme y hoy maternarme a mí misma.
Sigo en proceso de sanar. Y justo porque tengo la valentía de seguir trabajando en mí, puedo apoyar a otros a mirarse y entenderse para encontrar lo que requieren resolver para sanar.
¿Y eso qué tiene que ver con mi salud física? Pues te cuento que aunque mi mente esté generando el cambio, en mi cuerpo se quedó grabada esa vibración. Recuerda que somos 99.999999% energía. Si hoy no hay una congruencia mente/corazón (vibración), no importa lo sano que coma, ni el ejercicio que haga, siempre habrá algo que me lleve a encogerme en lugar de expandirme. A enfermarme, en lugar de sanar.
Observar cómo vibra mi cuerpo, qué me dicen mis emociones, hacia dónde se dirigen mis pensamientos y preguntarme de dónde viene, es importante para sanar la raíz que puede estar enfermándome.
Hoy puedo trabajar en reinterpretar y sanar, y creo que este espacio será un espacio de re-conocimiento propio, en el que grabaré el podcast siendo la invitada a levantar mi voz y reinterpretar mi historia, de la mano de Luisa Yepes.
¿Qué me puede ayudar a sanar? Observar la vibración y accionar para transformarla. Si la mente no me está diciendo lo mismo que el cuerpo, puedo meditar para que el cuerpo acompañe al agradecimiento que hoy deseo sentir por la vida. Y sí, quizás no sea la celebración que deseaba de niña, pero hoy puedo cuidarme y crear un ritual para transformarlo a través del tiempo.
Puedo volver a elegir. Accionar, reinterpretar, volver a sentir desde el amor. Maternarme a mí misma puede hacer la diferencia.
Y de todos mis demás padecimientos, el ovario poliquístico, mi hipotiroidismo de Hashimoto, todos esos síntomas físicos que he aprendido a escuchar a lo largo de los años para saber qué darle a mi cuerpo para sanar... todo ha sido un proceso de observación, autocuidado y nutrición.
No todos los días elijo lo mejor, ni tengo la voluntad para hacerlo. Pero sí sé que lo que entra por mi boca es resultado de mi nutrición primaria. Todo eso que no entra por la boca, pero influye en lo que deseo o no comer, y que también me nutre o me enferma.
Para mí, hay cuatro cosas que si puedo manejar y ser constante, sé que puedo hacer que lo demás funcione:
- Movimiento: Ejercitarme mejora mi química corporal, me da satisfacción, energía y cambia mi estado de ánimo. Accionar sin pensarlo demasiado puede transformar tu vida.
- Nutrición: Darle a mi cuerpo la gasolina correcta me da claridad mental y estabilidad emocional. Nutrirme ayuda a que mi cuerpo funcione con bienestar.
- Escuchar mis emociones: Entender que lo que me detona es importante. Observar mis creencias, reinterpretarlas, y sanar lo que me intoxica desde la raíz emocional.
- Vivir con propósito: Conectar con lo que me hace vibrar alto, lo que me mueve y me da sentido. Despertar con un propósito y contribuir desde mi pasión también es medicina.
¿Podría decir que estas 4 cosas mantienen mi cuerpo en balance? Sí. ¿Que todos los días se sienten fáciles? No. Pero eso es parte de la vida.
Mirar en las crisis grandes oportunidades para romper el molde y volver a expandirme. Encontrar en la incomodidad mensajes importantes. Volver a mirar cuando me caigo, y elegir de nuevo. Porque lo único que tengo es ahora, y yo puedo decidir cómo vivirlo. Ese es el gran poder de mis elecciones.
Así que cuando llegas conmigo hoy, eso es lo que veo: un mar de posibilidades de expansión y sanación. En lo que parece un torbellino, puedo ver pequeños movimientos que te permiten desenredar lo que te enferma o te ata.